Honduras elige a un nuevo presidente en unas reñidas elecciones marcadas por las amenazas de Trump
Tegucigalpa, Honduras – Este domingo 30 de noviembre de 2025, más de 6.5 millones de hondureños acudieron a las urnas en una elección presidencial cargada de tensión, acusaciones de fraude y una inesperada intervención del presidente estadounidense Donald Trump, quien menos de 48 horas antes amenazó con cortar la ayuda económica a Honduras si no gana su candidato preferido. Las votaciones, que también renovaron el Congreso unicameral de 128 escaños y cientos de alcaldías, transcurrieron en un clima polarizado, con filas largas en las mesas electorales y un llamado de la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Ana Paola Hall, a evitar "confrontaciones o violencia".
Aunque cinco candidatos compitieron por la presidencia, la contienda se redujo a un ajustado duelo a tres bandas entre Rixi Moncada, de la izquierda del Partido Libertad y Refundación (Libre); Salvador Nasralla, del centrista Partido Liberal; y Nasry "Tito" Asfura, del derechista Partido Nacional. Las encuestas previas, como las de CID Gallup y TResearch, mostraban un empate técnico: Moncada con alrededor del 26%, Nasralla con 27% y Asfura con 24-31%, dependiendo de la firma encuestadora. Los primeros resultados preliminares del sistema TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares) se esperaban para la noche del domingo, pero Moncada ya anunció que Libre no reconocerá estos datos y exigirá el conteo manual de las actas físicas para evitar manipulaciones.
Los candidatos: perfiles y propuestas en un país de contrastes
Honduras, con 11 millones de habitantes y una de las economías más dependientes de remesas (27% del PIB en 2024), enfrenta desafíos crónicos: pobreza que afecta al 60% de la población, violencia de pandillas, corrupción endémica y narcotráfico que ha convertido al país en un productor y puente clave de cocaína hacia EE.UU. Los candidatos, en su mayoría, eludieron estos temas durante la campaña, enfocándose en mutuas acusaciones de fraude y promesas vagas de "desarrollo".
- Rixi Moncada (60 años, Libre): Abogada y exministra de Finanzas y Defensa bajo la actual presidenta Xiomara Castro, Moncada es la candidata oficialista que busca continuar el "socialismo democrático". Hija de un excomandante guerrillero, ha prometido "democratizar la economía" mediante una reforma fiscal que grave a las élites (el 10% más rico controla la riqueza), expandir el crédito para pequeños productores y fortalecer la lucha anticorrupción con una mayoría en el Congreso. Critica la "oligarquía golpista" de 2009, que derrocó a Manuel Zelaya (esposo de Castro), y ve la elección como un plebiscito contra la derecha. Encuestas la posicionan como favorita en zonas rurales y entre mujeres, pero enfrenta rechazo por la frustración con el gobierno: el crecimiento del PIB (3.5% proyectado para 2025) no ha reducido la desigualdad.
- Salvador Nasralla (72 años, Partido Liberal): Presentador de televisión convertido en político, Nasralla es un outsider carismático que corre por cuarta vez. Exvicepresidente de Castro (renunció en 2023 por desacuerdos), ahora se inclina a la derecha con un discurso anticorrupción y de "manos limpias". Propone una política de seguridad dura al estilo de Nayib Bukele en El Salvador, reducir el gasto público, reformar el sistema electoral y formalizar a los trabajadores informales (mayoría de la fuerza laboral). Apoyado por medios opositores, lidera en encuestas urbanas, pero Trump lo tildó de "comunista borderline" por su alianza pasada con Libre, acusándolo de dividir el voto antiizquierda.
- Nasry "Tito" Asfura (67 años, Partido Nacional): Empresario de la construcción y exalcalde de Tegucigalpa (2014-2022), Asfura se presenta como un "administrador executor" proempresarial. Apodado "Papi a la Orden" por su cercanía con la gente, pavimentó cientos de kilómetros de carreteras y llevó agua potable a millones durante su gestión. Sus propuestas incluyen "empleos verdes", descentralización municipal, atracción de inversión extranjera y fortalecimiento de fuerzas armadas contra el narco. Casado y padre de tres hijas, se distancia del escándalo de su antecesor en el partido, Juan Orlando Hernández, pero Trump lo ve como "el único amigo de la libertad".
Otros candidatos, como Nelson Ávila (Partido Demócrata Cristiano), quedaron relegados con menos del 5% en sondeos.
La intervención de Trump: un "bombazo" que sacude la región
El viernes 28 de noviembre, Trump irrumpió en la campaña con un mensaje en Truth Social: "La democracia está en juego en las elecciones de Honduras. ¿Permitirán que Maduro y sus narcoterroristas tomen otro país como Cuba, Nicaragua y Venezuela?". Endosó a Asfura como "el hombre que defiende la democracia" y amenazó: "Si no gana, EE.UU. no tirará buen dinero después de malo, porque un líder equivocado trae resultados catastróficos". Horas después, anunció un "indulto completo" a Hernández, condenado a 45 años en EE.UU. por narcotráfico: "Ha sido tratado con dureza injusta, según gente que respeto mucho".
Hernández, presidente de 2014-2022 y líder del Partido Nacional, fue extraditado en 2022 y hallado culpable de recibir millones en sobornos de carteles para facilitar 400 toneladas de cocaína a EE.UU., convirtiendo Honduras en un "narcoestado". Trump, quien lo vio como aliado en su primer mandato por extradiciones y lucha antigangas, justificó el indulto como corrección de una "injusticia" orquestada por la "izquierda radical". La familia de Hernández celebró con oraciones públicas en Tegucigalpa.
La movida generó reacciones mixtas. Moncada la llamó "intervencionista total" y la usó para ligar a Asfura con el "narco Hernández". Nasralla minimizó el impacto: "El pueblo hondureño decide". El subsecretario de Estado Christopher Landau advirtió en X: "EE.UU. responderá con rapidez a quien socave la integridad democrática". Progresistas como Ilhan Omar y Jesús "Chuy" García condenaron la "interferencia flagrante" de Trump, evocando el golpe de 2009 respaldado por EE.UU.
EE.UU. envió $193 millones en ayuda en el año fiscal pasado, pero ya recortó $167 millones para 2024-2025, y deportó a 30.000 hondureños desde enero. Analistas ven esto como parte de la agenda de Trump para contrarrestar la "izquierda" en América Latina, tras éxitos en Argentina y Bolivia.
Un contexto de violencia y desconfianza
La campaña fue sangrienta: seis homicidios políticos, cuatro contra candidatos de Libre, incluido un niño de 5 años en un tiroteo a una manifestación. Audios filtrados (acusados de ser IA por la oposición) muestran presuntos planes de fraude de opositores, incluyendo un oficial militar. El estado de emergencia parcial por pandillas, impuesto en 2022, persiste en un país con una de las tasas de homicidio más altas del continente.
La OEA y la UE desplegaron miles de observadores, pero la desconfianza reina: el CNE enfrenta presiones, y el Ejército pidió verificar el conteo, avivando temores de injerencia militar. En X, posts virales como el de Trump acumularon millones de vistas, polarizando aún más el debate.
Votantes como Nancy Serrano, de 20 años, priorizaron la anticorrupción: "Basta de corrupción que limita oportunidades para los jóvenes". Carlos Alberto Figueroa, jubilado de 71, respaldó a Moncada por "desarrollo y seguridad".
Implicaciones: ¿Un giro a la derecha o continuidad izquierdista?
Esta elección podría marcar el tercer giro derechista en la región tras Argentina y Bolivia, tras cuatro años de izquierda con Castro. Una victoria de Moncada mantendría lazos con China (Honduras rompió con Taiwán en 2023) y el Foro de São Paulo, pero arriesga más sanciones de Trump. Asfura o Nasralla fortalecerían la alianza con EE.UU., atrayendo inversión pero reviviendo fantasmas del "narcoestado" de Hernández.
Mientras las urnas cierran a las 5 p.m. locales y el mundo observa, Honduras se juega no solo un presidente, sino su estabilidad en un tablero geopolítico tenso. Los resultados definitivos podrían tardar días, y cualquier disputa amenaza con protestas masivas reminiscentes de 2017. Por ahora, el eco de Trump resuena en las calles de Tegucigalpa: ¿libertad o injerencia? El pueblo ha hablado; queda ver si se escucha.
