‘El jefe de todos y de todo’: Trump pretende influir en muchas esferas

 El presidente Donald Trump lleva un pin que lo caricaturiza durante la ceremonia de investidura de Tulsi Gabbard como directora de inteligencia nacional, en la Casa Blanca en Washington, el miércoles 12 de febrero de 2025. (Eric Lee/The New York Times)

El presidente Donald Trump lleva un pin que lo caricaturiza durante la ceremonia de investidura de Tulsi Gabbard como directora de inteligencia nacional, en la Casa Blanca en Washington, el miércoles 12 de febrero de 2025. (Eric Lee/The New York Times)

WASHINGTON - El presidente Donald Trump sabe lo que quiere, y no tiene miedo de expresarlo: no más pajitas de papel, solo de plástico. No más espectáculos de drags en el Centro Kennedy. No más inodoros de bajo caudal ni cambios en las reglas del fútbol.

En apenas tres semanas de regreso en el poder, Trump ha dejado claro que tiene opiniones sobre muchos aspectos de la sociedad estadounidense y que espera en este segundo mandato dictar sus preferencias en esferas de la vida nacional que van mucho más allá de los límites normales observados por los presidentes.

El alcance de sus edictos y pronunciamientos ha sido asombroso, con efectos en las artes, los deportes, los medios de comunicación, las empresas privadas y los campus universitarios. A veces, parece como si a Trump no le bastara con ser presidente de Estados Unidos. Quiere ser alcalde del distrito de Columbia, editor del manual de estilo de The Associated Press y director de recursos humanos de las empresas estadounidenses.

El impacto ha sido rápido y profundo. En las áreas en que puede hacerlo, Trump ha empleado el poder de la presidencia para promulgar los cambios más amplios y extensos vistos en tan poco tiempo. Donde no tiene poder directo, ha utilizado la fuerza del púlpito intimidatorio para presionar a otros a someterse y, de hecho, ha obligado a organizaciones privadas a realizar cambios que, en teoría, lo complacerán.

Empresas y universidades de todo Estados Unidos han eliminado las políticas de diversidad, equidad e inclusión que Trump desprecia. Hollywood se resistió a distribuir una película poco favorecedora sobre sus días de juventud, mientras que no vaciló en promocionar un documental de 40 millones de dólares sobre Melania Trump, del que ella es productora ejecutiva a sueldo. Los propietarios de medios de comunicación han ajustado su postura para evitar enfadarlo.

A Trump nunca le han faltado opiniones, ni ha dudado en compartirlas. En su época de desarrollador, despotricó contra los ejecutivos que no cumplían sus exigencias específicas, y durante su primer mandato en la presidencia, pontificó a menudo sobre todo tipo de cuestiones.

El presidente Donald Trump entra en el campo antes de la patada inicial del Supertazón LIX en el Caesars Superdome de Nueva Orleans el domingo 9 de febrero de 2025. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente Donald Trump entra en el campo antes de la patada inicial del Supertazón LIX en el Caesars Superdome de Nueva Orleans el domingo 9 de febrero de 2025. (Doug Mills/The New York Times)

Pero después de ganar un segundo mandato en gran parte mediante llamamientos a una guerra cultural a los estadounidenses que piensan que el país ha cambiado demasiado, Trump parece más decidido que nunca a ir más allá de la polémica punzante y reorientar el país de acuerdo con su visión de lo que debería ser.

“Los esfuerzos de control cada vez mayores de Trump parecen una extensión de la marca con esteroides”, opinó Gwenda Blair, autora de “The Trumps” (Los Trump), una biografía de varias generaciones de la familia, y estudiosa de mucho tiempo del presidente.

“En su época de agente inmobiliario se promocionaba a sí mismo como el negociador con más éxito del país. Durante 'El Aprendiz', esta imagen se transformó en la del jefe del lugar de trabajo de la nación. En la última década, se ha convertido en el jefe del Partido Republicano y del gobierno federal. Y ahora se está convirtiendo en el jefe de todos y de todo”, comentó.

Mientras se preparaba para asistir al Supertazón el domingo, reprendió a la NFL por cambiar sus normas sobre la patada inicial. “¿De quién fue la idea de arruinar el partido?”, escribió en las redes sociales. A The Washington Post le dijo que su columnista Eugene Robinson “¡¡¡debería ser despedido inmediatamente!!!” por los comentarios críticos que hizo en el programa “Morning Joe” de MSNBC.

Trump no siempre se sale con la suya; la NFL no ha dado ninguna señal de que vaya a cambiar el esquema de patadas de salida a lo que solía ser, y Robinson sigue teniendo un empleo remunerado. Pero cuando el presidente firmó una orden destinada a obligar a las organizaciones deportivas a prohibir la participación de mujeres transexuales en los deportes femeninos, la NCAA no tardó en secundarla.

El presidente ha metido la mano incluso en asuntos que parecen no tener ninguna importancia presidencial. Esta semana firmó una orden destinada a deshacerse de las pajitas de papel que han sustituido a las de plástico en años recientes por motivos medioambientales. “¡¡¡Disfruta de tu próxima bebida sin una pajita que se disuelve asquerosamente en tu boca!!!”, escribió en las redes sociales.

Le ordenó al recién juramentado administrador de la Agencia de Protección Ambiental que centre su atención en las normas de caudal de agua “relativas a FREGADEROS, DUCHAS, INODOROS, LAVADORAS, LAVAVAJILLAS, etc. y vuelva a las normas de sentido común sobre las BOMBILLAS”. (Lleva mucho tiempo obsesionado con los inodoros de poca descarga y la iluminación fluorescente).

Despidió a la junta directiva de las academias militares del país, con el objetivo de renovar sus planes de estudios porque, según dijo, cree que entre su profesorado se “infiltraron ideólogos izquierdistas ‘progre’” que estaban envenenando la mente de los futuros soldados, marineros, aviadores e infantes de marina.

Esta semana, él mismo se hizo ungir presidente de la junta del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, y así tomó directamente las riendas del centro cultural de la nación en lugar de dejarlo en manos de otros, como han hecho otros presidentes. “NO MÁS ESPECTÁCULOS DE DRAG NI OTRA PROPAGANDA ANTIESTADOUNIDENSE — SOLO LO MEJOR”, escribió Trump.

Nunca fue un admirador de la institución del río Potomac y se saltó la ceremonia anual de los Kennedy Center Honors durante su primer mandato; es el único presidente que nunca asistió desde la creación del centro en 1978. Ahora que se percató de que podía tomar control personal del centro, Trump parece encantado con la idea de ser un promotor de las artes… tanto, que publicó una ilustración de inteligencia artificial que lo presenta como director de orquesta.

Washington no es el único lugar donde Trump quiere llevar la batuta. Se espera que intente revertir el nuevo sistema de tarificación de la congestión en Nueva York y declaró para The New York Post que la ciudad debería deshacerse de los carriles para bici. “Son peligrosos”, dijo. La gobernadora demócrata de Nueva York, Kathy Hochul, tiene previsto reunirse con él el jueves en la Casa Blanca, donde espera convencerlo de que no intervenga en la tarificación de la congestión.

Cuando no juega a ser alcalde o gobernador, Trump parece decidido a ser editor o productor ejecutivo. Se cree con derecho a juzgar cómo edita sus entrevistas una importante cadena de noticias —ni siquiera entrevistas suyas, sino de otras personas— y las instrucciones del manual de estilo de un servicio de noticias sobre la publicación de nombres de lugares geográficos.

Incluso antes de su toma de posesión, Trump demandó a CBS News por 10.000 millones de dólares por un fragmento que la emisora tomó de una entrevista de “60 Minutos” con la vicepresidenta Kamala Harris durante la campaña, argumentando que la hizo parecer más ingeniosa de lo que realmente era. El presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones que Trump designó hace poco ya comenzó a revisar el montaje de la CBS.

El presidente ha demostrado que está dispuesto a utilizar su poder para intentar dictar cambios incluso en asuntos aparentemente triviales. Firmó una proclamación unilateral en la que declaró que el golfo de México debe llamarse ahora golfo de América y ahora está intentando obligar a las organizaciones privadas a utilizar la frase.

Esta semana, la Casa Blanca le impidió a un reportero de Associated Press entrar en el Despacho Oval para una reunión de prensa con el presidente porque la organización no había cambiado el nombre oficial por el del golfo de América. A un segundo reportero de AP se le impidió posteriormente el acceso a un acto en la Sala de Recepciones Diplomáticas de la Casa Blanca.

Associated Press explicó que es una agencia de noticias internacional que les presta servicios a audiencias de todo el mundo que siguen llamando golfo de México a esa masa de agua. La Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca protestó en su nombre. “La Casa Blanca no puede dictar cómo presentan la información las organizaciones de noticias”, declaró Eugene Daniels, presidente de la asociación.

Pero eso no significa que no lo vaya a intentar. Y cada vez hay más gente dispuesta capitular. El mismo día de la conmoción con AP, Apple, cuyo mapa del iPhone hasta ese momento había conservado el nombre golfo de México, lo cambió por golfo de América.

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