Han pasado diez años desde que se publicó el informe de la Comisión de Investigación de la ONU sobre los derechos humanos en Corea del Norte, que expuso la cruda realidad de los abusos cometidos por las autoridades de ese país.
El informe destacó violaciones generalizadas, incluidos casos de privación del derecho a una alimentación adecuada, la libertad de expresión y la libertad de movimiento.
También detalló graves abusos como tortura, trabajo forzado, detención arbitraria, campos de prisioneros políticos y ejecuciones públicas.
A pesar de las conclusiones del informe, Corea del Norte promulgó recientemente leyes que han restringido aún más las libertades y los derechos humanos de los ciudadanos.
Sin embargo, hay un grupo en gran medida ignorado en Corea del Norte: las minorías sexuales.
En un Estado totalitario donde la gente no tiene libertad de expresión, las minorías sexuales viven oprimidas e infelices, a menudo con poca o ninguna comprensión de las razones detrás de su sufrimiento. ¿Se están violando sus derechos humanos?
Hablamos con desertores sobre los miembros de esas minorías sexuales para saber cómo son sus vidas en el país.
Primer desertor abiertamente gay
Jang Yeong-jin, novelista de unos 60 años, se instaló en Corea del Sur a finales de los años 90 después de huir de Corea del Norte escapando de un matrimonio doloroso.
Primero cruzó la frontera hacia China, con la esperanza de encontrar una forma de entrar en Corea del Sur.
Pero como no lo logró regresó a Corea del Norte. Desde allí, se arriesgó cruzando la frontera por la Zona Desmilitarizada (ZDC) que divide los dos países y está plagada de minas, para finalmente llegar a Corea del Sur.
Cuenta que “se reveló su identidad gay forzosamente” después de que dio una entrevista a medios extranjeros, que luego fue publicada en medios de Corea del Sur, y que él no sabía que la entrevista se publicaría allí (en los años 90, en una época sin internet y recién llegado de Corea del Norte, no sabía que el contenido de la entrevista con un medio extranjero podría ser ampliamente compartido en otros lugares).
Dice que después de llegar a Corea del Sur, encontró una revista que “le abrió los ojos” a la posibilidad de que “los hombres podían amar a los hombres”.
A partir de ese momento, su mundo cambió. El hombre que una vez luchó en una vida de infelicidad dejó de existir.
Agrega que si hubiera reconocido su identidad sexual antes, podría haber vivido más feliz con su familia en Corea del Norte.
Jang se vio obligado a casarse en Corea del Norte y se sentía asfixiado, abrumado e infeliz, pero no entendía por qué.
Cuenta que intentaba evitar estar al lado de su esposa. Incluso fue al hospital con su suegro para ver si podía recibir tratamiento, pero le dijeron que no podían encontrar ninguna causa o razón para su angustia.
“Un día, mi esposa lloró y me dijo: ‘Yo era buena estudiando y trabajaba muy duro, pero no entiendo cómo terminé sufriendo así después de conocer a un marido como tú’. En ese momento, tomé mi decisión. Me di cuenta de que tenía que dejar ir a esa mujer. Fui al Tribunal Popular para divorciarme, pero solo me regañaron. Dijeron que el divorcio era absolutamente imposible”.
De niño, Jang albergaba sentimientos secretos sobre su amigo de la infancia Seon-chul, que “como era alto y guapo” fue aceptado en la Universidad de Artes Dramáticas y Cinematográficas de Pyongyang.
El recuerdo de la boda de Seon-chul es particularmente doloroso para Jang.
Cuenta que el día de su boda estaba parado frente a la nueva casa de Seon-chul y lloraba desconsoladamente bajo la nieve que caía, sin saber por qué estaba tan enojado y molesto.
Más tarde, cuando los dos ya estaban casados, Seon-chul visitó la casa de Jang y se quedó a pasar la noche.
Jang se quedó despierto toda la noche con el corazón acelerado, incapaz de dormir porque quería estar en la misma habitación que Seon-chul.
Durante su servicio militar, Jang se convirtió en el favorito entre sus superiores.
En los fríos inviernos, muchos querían acurrucarse a su lado, a veces besándolo y frotando sus caras contra la suya. A veces sus manos se deslizaban dentro de sus pantalones.
Jang buscaba con frecuencia a su líder de pelotón, que era amable, para que lo abrazara.
Explica que esas cosas se consideraban completamente naturales en el ejército norcoreano, y subraya que fue esa "camaradería revolucionaria" la que hacía posible que los jóvenes soldados soportaran las duras condiciones de la vida militar durante 10 años.
“Camarada revolucionaria”
Según Lee Seong-hyuk, que sirvió en el ejército en Pyongyang en la década de 2010 y desertó más tarde cuando trabajaba en el extranjero, los hombres adultos en Corea del Norte suelen tomarse de la mano y caminar juntos.
Como la homosexualidad no está reconocida por el Estado, este tipo de muestras de afecto entre hombres se aceptan como “camaradería revolucionaria”, explica.
“En nuestra unidad, por ejemplo, vivíamos 120 personas y todos dormíamos uno al lado del otro, completamente desnudos, abrazados y frotándonos unos contra otros. Cuando se unían reclutas más jóvenes y guapos, los abrazábamos, les poníamos los brazos alrededor de los hombros y nos frotábamos contra ellos”.
“Como no hay mujeres, si entraba un joven atractivo, lo tratábamos como si fuera una mujer para aliviar nuestros impulsos”.
"No se trataba de que esa persona tuviera una identidad sexual 'extraña'; era simplemente el resultado de soportar 10 años en un lugar sin mujeres. No significaba que a esa persona le gustaran otros hombres. Así que no lo encuentro extraño en absoluto”, afirma.
“En el ejército, inevitablemente compartes tu cuerpo con todo el mundo. Estás en una situación en la que das tu carne y sangre por el otro, así que si eres realmente cercano, no hay aversión hacia ello”.
“Intentar entender Corea del Norte con una mentalidad surcoreana es imposible. Es necesario ver a Corea del Norte a través de su propia lente para comprenderla completamente”.
“No existe el concepto de homosexualidad en Corea del Norte, no es parte del conocimiento común. Ellos [los norcoreanos] simplemente piensan que la persona tiene una 'enfermedad' o es 'impotente'. Esas personas pueden existir, pero creo que muy pocos norcoreanos se reconocen como tales”.
“Hay hospitales psiquiátricos, pero los psiquiatras descartan por completo esos asuntos. Es algo que no puede existir en absoluto, y si se les descubre, [las minorías sexuales] acabarían inmediatamente en prisión por ‘otras acusaciones’, porque las propias autoridades norcoreanas lo consideran inconcebible”.
“Pretendiendo ser un hombre”
Park Soon-ja, una desertora de unos 50 años, recuerda que tenía una amiga íntima de la infancia llamada Kim, que luchaba por adaptarse a las convenciones aceptadas en la aldea de la frontera entre Corea del Norte y China en la década de 1980.
A los 24 años, Kim conoció a una mujer coreano-japonesa, ocho años mayor y divorciada.
Una vecina las vio rodando juntas y desnudas en una habitación. Conmocionada, corrió a informar de ello al jefe del Comité Popular.
“Cuando escuchó la historia, la jefa del Comité Popular [otra mujer] no lo podía creer y le dijo que no inventara esas mentiras. Pero esta mujer la llevó a la casa. Cuando vio a las dos mujeres juntas, se horrorizó y lo denunció. Así que ambas fueron detenidas por el Departamento de Seguridad del Estado y más tarde liberadas”.
“Cuando Kim tenía 25 años visitó nuestra casa y dijo que se había sometido a una cirugía de mama. Cuando le pregunté por qué, explicó que por un tumor. Mi hermana le levantó la camiseta para comprobarlo y preguntó: ‘¿Por qué pretendes ser un hombre?’. Y entonces todos nos reímos”.
“Cuando la volví a ver, a los 45 años, su voz se había vuelto tan profunda que bromeé: ‘Qué voz tan rara y profunda; ¿fumar te hizo esto?’. Ella respondió con afirmaciones sin sentido, insistiendo en que definitivamente había nacido hombre, pero que su madre no reconoció su verdadera identidad”.
“Dijo que cuando nació, sus padres deberían haber alterado quirúrgicamente sus genitales, pero como no lo hicieron, terminó así. Fue realmente extraño”.
Percepciones cambiantes
En Corea del Norte, el alcance para reconocer la diversidad parece extremadamente limitado y la voluntad de expresar los deseos individuales se suprime sistemáticamente.
El profesor Jeon Joo Ram, psicólogo de la Universidad de Seúl que se especializa en asesorar a desertores norcoreanos, le dijo a la BBC: “En Corea del Norte, la homosexualidad se percibe como algo antisocial. Se considera que es un acto de individuos contaminados por el capitalismo, ilegal y éticamente incorrecto, por lo que es natural que lo oculten”.
“Si bien es cierto que existen comportamientos homosexuales, no se están produciendo en absoluto debates sobre estos temas como cuestiones de identidad o sobre cómo deberíamos entenderlos”.
“Cuando le he preguntado a los desertores, algunos respondieron que los habrían ‘matado a pedradas’; muchos estudiantes se sintieron incómodos o directamente rechazaron la pregunta”, dice el profesor.
Pero el doctor Shin Hee-Seok, analista legal del Grupo de Trabajo sobre Justicia Transicional, un grupo de derechos humanos con sede en Seúl, señala: “La discriminación u opresión basada en la homosexualidad es, sin duda, una violación de los derechos humanos, como lo prohíbe el derecho internacional de los derechos humanos”.
El doctor Shin afirma que Corea del Norte tiene la obligación de adherirse a los derechos humanos internacionales y que dicha discriminación viola el derecho internacional.
Corea del Norte es signataria del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que incluye disposiciones contra la discriminación sin causa justa.
Además, al unirse a las Naciones Unidas en 1991, Corea del Norte aceptó implícitamente respetar la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Shin señala que el Informe sobre los Derechos Humanos de Corea del Norte publicado por el Ministerio de Unificación de Corea del Sur en 2023 incluía solo una línea sobre ejecuciones secretas, destacando los informes que surgieron previamente sobre una pareja de lesbianas coreano-japonesas que fueron ejecutadas públicamente en Chongjin, en el norte del país.
Además, dice: “En los casos de opresión de las minorías sexuales en Corea del Norte, muchas violaciones de los derechos humanos son perpetradas no solo por las autoridades, sino también por ciudadanos comunes. Como resultado, muchos desertores que llegan a Corea del Sur pueden no ser conscientes de estos problemas o ser renuentes a hablar de ellos”.
“Cambiar las percepciones lleva mucho tiempo, pero es necesario que haya un discurso más proactivo que plantee continuamente la cuestión de por qué esto es un problema en términos de derechos humanos y por qué esa opresión no debería ocurrir”.